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diciendo:

— ¡He pecado entregando a un inocente!

Ellos le contestaron:

— Eso es asunto tuyo y no nuestro.

Judas arrojó entonces el dinero en el Templo. Luego fue y se ahorcó. Los jefes de los sacerdotes recogieron aquellas monedas y dijeron:

— Este dinero está manchado de sangre. No podemos ponerlo en el cofre de las ofrendas.

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